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LA PRIMERA TRIBU

Me gusta pensar que todo pasa por algo, que lo casual es poco frecuente y que hay saber encontrarse cómodo en la mayoría de las circunstancias que nos trae la vida, aunque estas no siempre nos gusten. El retraso de 20 días de United Airlines y National Air Cargo por haber perdido la documentación más otros 10 por haberme roto el casco en el envío –y haber tenido que pedir a BMW Ibérica y Movilnorte que me enviaran otro– afecta considerablemente a ese mágico azar que determina con quién te cruzas en el camino y qué haces en él mientras tanto.

Los Naranjos 928 se ha convertido, desde ahora, en mi segunda casa. Está situada en medio de Providencia, un barrio apacible y relajado que siempre recordaré por la mirada curiosa que me dedicaban sus vecinos mientras regaban sus jardines al verme pasar con el brillo en los ojos de quien está a punto de cumplir su sueño. O quizás fuera por mi pelo a medias entre Tarzán y Jesucristo. El hogar rebosaba buenas vibras, ambiente internacional, vida saludable y mucho arte. Edo, mi mejor amigo en Sudamérica, no vaciló en ofrecerme que me quedara el tiempo necesario hasta que mi situación se resolviera, y yo acepté de mil amores. Y es que todo pasa por algo.

Resulta que Jose Gacitúa, uno de los compañeros de la casa, es pintor y organizador de eventos artísticos. Pasaban los días y me quemaba la monotonía de no estar en movimiento, así que le propuse que la primera tribu del documental fueran artistas independientes en Chile. Dicho y hecho: me puso en contacto con Andrea, que teje cuadros con telas; con Camila, que hace performances protesta y con Pablo, quien posee una furgoneta con cristales transparentes llamada Galería Callejera, la cual pone a disposición de cualquier artista que quiera exponer en espacios públicos. Además, Leti, una brasileña que derrochaba alegría por cada rasta y también compañera en Los Naranjos, me presentó a Felipe Toro, cantante y guitarrista de una conocida banda de blues rock de Chile: El Cruce

Comencé a vivir la capital chilena desde una perspectiva privilegiada, ya que meterse en estos círculos lleva mucho tiempo. Felipe me invitó al estudio en el que estaban grabando su quinto disco, donde conocí a Claudio Bluesman, que toca la armónica y quien, además, es uno de los fundadores de Hells Angels de Santiago. En mi inocente desconocimiento, pensaba que solo era un club de moteros de Harley-Davidson, hasta que leí en Wikipedia la asociación a delitos y vida de desenfreno que suele caracterizarles. Entonces entendí a lo que se refería cuando dijo “ya no salgo en mucho en moto porque dejé esa vida”. Ambos me cayeron bien y al terminar la sesión me invitaron a comer y a que esa noche fuera a una galería artística clandestina.

Felipe y Silvia crearon Galería RockArt con el objetivo de mezclar arte, rock y pole-dance. Según me contaban, apenas se valora este baile como deporte por su asociación a clubs de alterne, así que pretenden darle otro público y otro espacio para des-estigmatizarlo. Para mí fue toda una experiencia y hasta me animé a probar la barra cuando ya no quedaba mucha gente en la sala. La realidad es que hay que estar bastante fuerte para hacerlo más de un minuto seguido y tener bien entrenados los líquidos de los canales del oído interno para no marearse a la tercera vuelta, como sucedió en mi caso.

Como la moto seguía sin llegar, me fui a Valparaíso a visitar a mi amigo Carlos Lobo, jerezano de pura cepa y músico como la copa de un pino. Me emocionó ver cómo se deja la piel para sacar adelante a Lluvia, la niña preciosa que tiene con su pareja Romina. Me sentí muy identificado con él porque también lo dejó todo cuando la crisis azotó España. Con un par, se echó la bolsa al hombro y dijo “vámonos”; y así se fue a la carretera por Sudamérica con otros tres locos y, literalmente, cero euros en la cartera pero una guitarra guerrillera y ganas de cantarle al mundo. Y así, de vivir al día, pasar gorra y recolectar miembros por el camino, nació su grupo Lasmala, cuya música me lleva acompañando por el camino desde que les conocí.

Regresé a Santiago con el corazón blandito y me encontré con el siguiente panorama: por un lado, Galería Callejera no tenía ninguna obra expuesta y, por otro, a Camila le faltaba un lugar donde hacer su performance. Blanco y en botella: José y yo les propusimos que colaboraran entre sí… y aceptaron. Quedamos en una zona muy concurrida de Parque Bustamante en hora punta. Yo estaba algo nervioso porque en el último minuto me enteré de que la performance iba a ser una crítica ácida y explícita contra la Iglesia y la inminente visita del Papa a Chile. En Latinoamérica la religión sigue estando muy presente en la sociedad y, además, en el parque había niños y ancianos. Si aparecían “Los Pacos” íbamos a tener jaleo y yo lo último que quería es que alguien terminara arrestado por nuestra brillante idea. Cuando comenzó, la Galería brillaba en medio de Avenida Rancagua y Camila llamaba suficientemente la atención como para que remolinos de curiosos se acercaran al vehículo. Hubo todo tipo de reacciones: sorpresa, rechazo, admiración, incredulidad… Al final se llevó un buen aplauso y yo, la satisfacción de haber aprovechado el tiempo que el destino me había brindado.

2 Comments

  • Carlos Lobo
    Posted 22 diciembre, 2017 at 11:35 am

    Una vez más gracias por visitarnos. Estaremos esperando reportes como éste para que nos hagas viajar contigo. Un abrazo de Romi, Lluvia y uno enorme mío. Que la vida nos cruce en el lugar más inesperado ;)

  • lola
    Posted 20 febrero, 2018 at 4:26 pm

    Hola, el amigo Marzo, rodó y rodó y llegó a Canarias, y llegó a mi y yo llegué a este linda página, y descubrí Lasmalas por el camino. Que lindo regalo!!!

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