Aterricé en Antananarivo exhausto después de 25 horas de vuelos combinados con una fuerte sensación de hormigueo en el estómago, claro preludio de aventura. Al bajar del avión, un fresco olor a tormenta recién descargada invadió mis fosas nasales, cerré los ojos y me susurré "estás en Madagascar, has llegado".
¿Por qué Madagascar? Porque es isla. ¿Por qué isla? Porque a las islas es más difícil ir en moto (y ya tenía en mente el proyecto Soy Tribu). ¿En qué mes? Diciembre. ¿Por alguna razón? Porque los vuelos son más baratos. ¿Y eso? Porque, pobre ignorante, no sabía que era época de monzón y que con tanta lluvia no va casi nadie. Olé yo.
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