Caerse, levantarse. Volver a caer y volver a levantarse. ¿Veces? Muchas. ¿Cansancio? Inimaginable. Y a la trigésima pregungarse “¿Sigo o abandono?”. Pero antes de contestarme ya me encontraba en el suelo de vuelta. Y venga arriba otra vez. Y venga al suelo otra más. De arriba abajo y de abajo arriba, todo el rato, sin…
Una de las cosas más valiosas que aprendo viajando en moto es a huir de todo tipo de rigidez e inflexibilidades, especialmente las auto-impuestas. Cuando emprendí el viaje en Latinoamérica, me prometí férreamente no volver a España hasta que terminara el periplo. Y sin embargo, mientras escribo esto, aquí estoy, tras regresar de un paréntesis…
Viajar en moto implica hacer amigos a mansalva. Es difícil explicar la gratitud que uno siente cuando alguien que no te conoce, cree en ti y en tu proyecto desinteresadamente, regalándote sus horas y su tiempo sin pedir nada a cambio.
A menudo pienso si acerté o me equivoqué eligiendo una moto de dudosa procedencia…
Hay algo mágico que envuelve el viaje de quien lo hace sin rumbo ni destino fijo. A veces pienso que hay un Gran Espíritu, un Gran Misterio, que nos coloca en determinados lugares en determinados momentos por una razón que solo nosotros podemos acabar comprendiendo. ¿Necesitaba que me pasara esto? ¿Era necesario aquel mal rato?…
Recorrer la Carretera Austral en moto ha sido, sin duda, una de las experiencias más mágicas de mi vida. Hastiado del viento de la Ruta 40 y con el motor quejándose por la gasolina adulterada de Bajo Caracoles, alcancé Los Antiguos y crucé a Chile Chico, una de las fronteras que separan Chile de Argentina.…
Entró por la puerta un hombre adulto de tez morena y gorro de paja con una pluma enhebrada a cada lado. Aún no habíamos intercambiado palabra alguna y su presencia ya me infundía respeto, pues algo dentro me decía que estaba a punto de conocer a una gran persona.
No recuerdo si me dijo su…
En la vida hay muchas cosas que me gustan, pero hay tres que se llevan la palma: viajar, ir en moto y cumplir con lo que sueño. Un día soñé que daría la vuelta al mundo en motocicleta y, aunque muchos me digan que estoy loco, no te quepa ninguna duda de que lo voy…
Aterricé en Antananarivo exhausto después de 25 horas de vuelos combinados con una fuerte sensación de hormigueo en el estómago, claro preludio de aventura. Al bajar del avión, un fresco olor a tormenta recién descargada invadió mis fosas nasales, cerré los ojos y me susurré "estás en Madagascar, has llegado".
¿Por qué Madagascar? Porque es isla. ¿Por qué isla? Porque a las islas es más difícil ir en moto (y ya tenía en mente el proyecto Soy Tribu). ¿En qué mes? Diciembre. ¿Por alguna razón? Porque los vuelos son más baratos. ¿Y eso? Porque, pobre ignorante, no sabía que era época de monzón y que con tanta lluvia no va casi nadie. Olé yo.
Cuando la compañía es buena y la energía converge el camino se vuelve inmensamente bello.
Así de sencillo, así de complejo. Sencillo porque cuando sucede es lo más natural del mundo; complejo porque no siempre se dan las circunstancias espacio-tiempo-personales. Eso sí, cuando los astros se alinean es una gozada.
Hay algo mágico en los páramos solitarios alejados de la civilización y sus atrezos, humos y ruidos, construcciones y pavimentos. En lugares como Islandia, la naturaleza se mantiene tal y como siempre fue: abrupta, sincera y sin maquillajes. Y eso la hace inmensamente bella.
Islandia es mucho más que un cacho de hielo grande.
Es…
"In India everything is possible, my friend"Aseguraban los indios con la convicción del que habla porque sabe, escondiendo media sonrisa entre la boca y los ojos, con el tipo de mirada que encierra la experiencia vivida en carne. Podría relatar paso a paso mi viaje: detallar la belleza de lo entrópico, la magia de los trenes por la noche, el olor a barbacoa humana de Benarés, la mirada penetrante de los sin casta, cuánto corrí en un par de ocasiones por llegar a un baño a tiempo, la vez que acabé en una película de Bangalore o cómo salté por inercia de Goa a Nepal para acabar ingresado en Nochebuena en un hospital de mala muerte tras subir sin guía a más de 5.000 metros en el Annapurna. Pero me da pereza.
Volar. Qué bella sensación.
Volar. Sin importar quién seas, cuánto tengas, si eres valiente o cobarde: todos caemos igual.
Volar. A menudo solo en nuestros sueños, pataleando como niños.
Volar. Sonriendo, gritando, rasgando nubes, atravesando vahos.
Volar. Tu cuerpo cayendo; la gravedad manifestándose.
Volar. Dejando atrás lo pesado. Y aterrizar ligero, mucho más ligero.