Hay lugares en el mundo que te pueden parecer bonitos o feos. Hay otros, en cambio, que te agarran por dentro y no quieren soltarte. Este es uno de ellos: Los Andes.
En los dos años y medio que llevo de proyecto he cruzado la cordillera andina en moto varias veces:
2 de Chile a Argentina
2 de Argentina a Chile
1 de Chile a Bolivia
4 dentro de Perú
2 dentro de Ecuador
4 dentro de Colombia
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Pero subir y bajar montañas simplemente sería como ir al gimnasio. Yo siempre busco algo más: tomar consciencia de la cuasi eternidad que las fue elevando y toda la memoria que albergan en sus cimas.
Es realmente mágico. Tanto, que un día tuve una experiencia sobrenatural bajando el Abra del Acay (Argentina) a casi 5.000 metros de altura. Una extraña luz se me apareció fugazmente a escasos metros. Sentí cómo un escalofrío recorrió con fuerza todo mi cuerpo y, acto seguido, comencé a llorar de felicidad. El Apu (espíritu de la montaña) se me había mostrado.
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Los grandes logros requieren grandes riesgos, dice el Dalai Lama. Yo no sé si he logrado algo, pero que me juego la vida en cada viaje… lo tengo claro. Y que a mayor peligro, más la saboreo… también. Señoras y señores: ESTA ES MI DROGA.
Prueben un día a cruzar los Andes en solitario por una ruta poco frecuente y luego me cuentan. De seguro la montaña les vuelve un poquitín más sabios.
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